Pesca a mosca, una cuestión de principios.

Texto: Manuel Bernardino.

(Nota de la Revista Feder Pesca N° 4, Febrero, España.)

     Dos pescadores bajaron del coche en cuanto este se detuvo, el río corría esplendoroso a sus pies tan sólo a una decena de metros bajo la ladera, el viento calmo y el cielo nublo hacían presagiar, cuando menos unas condiciones óptimas. Uno de ellos, el más joven, prácticamente se había calzado a trompicones el vadeador mientras lanzaba fugaces miradas a la tabla -parecía bastante nervioso-, en contraste con su compañero -mayor que él- que, parsimonioso y sin muestras de azarosidad alguna, montaba sin prisas su caña de mosca. Una vez que hubo montado el carrete y verificado el correcto alineamiento de las anillas se dió cuenta de que el otro pescador, aún con las correillas del wader colgando a su espalda, se disponía a tirarse ladera abajo hasta la orilla del río, con la caña en una mano y la caja de moscas en la otra.

     Inmediatamente el pescador mayor le detuvo con viva voz, "¿a donde vas con tanta aprisa muchacho?". El otro se detuvo ladeó la cabeza y con la cara una tanto desencajada le contestó trastabillado… "¡Es que he visto una cebada!".

     El pescador más veterano no pudo ocultar una sonrisa, al tiempo que le decía: "Tranquilo hombre, tranquilo, que nadie te va a quitar tu trucha". Consiguió convencerle para que le esperara y, una vez pertrechado con su atuendo y su vara, se juntaron en la ribera para observar juntos si la trucha avistada repetía la tomada.

     En efecto, a los pocos segundos, el pez volvió a tomar y ambos se deslizaron por el pequeño terraplén hasta el agua.

     Se trataba de una tabla rasa y larga, jalonada por numerosos algueros que se asemejaban a distintas calles de similar corriente. El hombre de más edad, ante la exaltación del joven, no pudo por menos que decirle: "anda, lanza tú, que estás mas cerca". El pescador, presa de un nerviosismo difícil de controlar, sacó la línea como pudo -ya tenía atada la mosca- y comenzó frenético a hacer falsos lances en el aire, al tiempo que la trucha -de buena factura a juzgar por las ondas que dejaba en la superficie del agua- se cebaba de nuevo sobre un insecto alado.

     La mosca cayó al agua de una forma un tanto brusca y con el bajo de línea mal estirado, pero bueno… finalmente ahí estaba. Nada ocurrió en ese primer lance, ni tampoco en el segundo, tercero, ni en los sucesivos. El joven, decepcionado y algo contrariado, hablo por fin: "lánzale tú" le dijo a su compañero, convencido de que la trucha que había espantado tampoco a él le subiría. Este tomó su posición, puso la caña bajo el brazo y sacó de su bolsillo un cigarrillo, encendiéndolo tranquilamente. "¿Pero que haces? ¡Tírale la mosca, que no tenemos todo el día!". El pescador mayor giró lentamente la cabeza y le dijo: "Este juego no admite prisas amigo, si quieres velocidad dedícate al motociclismo o a correr tras una pelota, pero la pesca de la trucha a mosca es, otra historia. Si no tienes calma, pierdes, y si no sabes saborear cada momento relajadamente, esto no es lo tuyo, créeme… observa y luego decide". Transcurridos un par de minutos, que al joven le parecieron eternos, la trucha volvió a cebarse, y esta vez el hombre apagó su cigarrillo en el aguja, guardo la colilla en un bolsillo de su chaleco, y desplegó su línea. La mosca -una imitación de Baetis Rhodani, cuyo original el pescador había descubierto flotando sobre la película del agua- recorrió unos cuantos metros por el aire y, tras una lenta caída, fue a parar unos sesenta centímetros por delante de donde se produjeron los delatores círculos. Como podéis imaginar, la trucha no tardó mas de unas pocas décimas de segundo en abalanzarse sobre la imitación una vez hubo llegado a su postura, para quedar clavada en el anzuelo y ofrecer una digna pelea al pescador que, pasados unos breves pero intensos minutos, la trajo hasta sus manos para desanzuelarla y deleitarse con su bello colorido antes de soltarla de nuevo.

     "¿Te das cuenta compañero?, la calma y la observación del río son las dos primeras normas que debemos dominar en nuestra afición. Tu has cometido dos fallos. Primero, te has acelerado ante la visión de tu posible presa, y segundo, no has intentado ni siquiera descubrir lo que la trucha comía, montando la primera mosca que se te ha ocurrido, por eso has fracasado, así que inténtalo de nuevo aplicando este razonamiento". El novato sonrió asistiendo con la cabeza, y ahí mismo y en ese momento aprendió esos principios básicos que le llevarían a ser un verdadero pescador a mosca.

 

     Este pescador novato de la historia, una historia mas que real que de ficción, con toda seguridad nos recuerda a muchos de nosotros (a mí el primero), como fueron nuestros comienzos, y a que importantes (fundamentales diría yo) son los consejos y la ayuda de otros que saben más que nosotros, esos que en otras facetas de la vida ocupan el espacio y la figura del "maestro". Lo cual no quiere decir que en todos los casos se trate de auténticos fuera de serie, si no de personas que, a lo largo de su vida, en tal o cual actividad, han ido acumulando experiencias y, además, luego han sido capaces de transmitirlas. En esta tesitura creo que me hallo, y por eso, trataré de dar algunas notas de como sacarle información al río y extraer algunas de las claves que éste nos brinda, si es que sabemos interpretarlas.

 

CALMA ANTE LA ADVERSIDAD.

     Cuando lleguemos a un escenario de pesca (río en este caso) con ánimo de ejercer esta actividad con equipo de mosca, se nos pueden presentar decenas de situaciones completamente distintas, y cada una de ellas se puede abordar de una u otra manera pero, en cualquier caso, de lo que se trata es de sacarle el máximo partido a ese estado concreto.

     Por ejemplo, ¿Cuántos pescadores habrán llegado a un río con las aguas crecidas, e incluso tomadas, y se han vuelto a casa convencidos de que allí no había nada que hacer?, ¿Crees que, en esas condiciones, las truchas no van a hacer acto de presencia?.

     Pues todas esas creencias tipo son erróneas ya que, salvando el caso de una auténtica riada, siempre habrá un pequeño rincón, un discreto canal o un determinado momento en el que "ellas" tengan su actividad alimentaria, mas aún en el caso de que los peces lleven ya varios días acostumbrados a esas desastrosas condiciones. Lo que hay que hacer, desde luego, es buscarlas y encontrarlas, ayudados de un poco de paciencia. En estos casos las truchas suelen buscar zonas inundadas o de muy escasa profundidad, al abrigo de la fuerte corriente principal. También los finales de las tablas, con aguas más calmadas, se convierten en buenos apostaderos y, por supuesto, los brazos laterales separados por algunos mazos de vegetación, incluso los que antes de la crecida apenas tenían agua, todos esos lugares eran los preferidos por aquellos ejemplares que quieran saciar su apetito con algunas jugosas moscas. Estas condiciones no son para hartarse de pescar, desde luego, pero un par de buenas truchas habrán al menos, de salvarnos del fiasco.

     ¿Que ocurre cuando no se ceban?.

     Otra circunstancia que se suele reptar con frecuencia bajo una condiciones ideales (en teoría) es la ausencia total de actividad en superficie, es decir, no hay tomadas. Y esto ocurre cada vez con más frecuencia porque, además de que esta inactividad pueda suceder por causas naturales (hay períodos en lo que no hay insectos en superficie, si los hubiera, las truchas permanecen inactivas) también sucede que, en los últimos años, hemos obligado, por efecto de la presión de pesca, a cambiar los hábitos alimentarios de nuestras adversarias. Es bien cierto que las truchas, merced a la saludable práctica del captura y suelta tan arraigada ya en España, han aprendido a relacionar los insectos que flotan en superficie con el peligro y el dolor, de tantas veces que han sido clavadas, peleadas y finalmente liberadas. Tened en cuenta que, en algunos tramos de ríos, y hasta que algún pescador decida echarlas a la chistera, hay ejemplares que llegan a ser clavados entre 5 y 10 veces a los largo de la temporada.

     Estas circunstancias, como digo, les ha llevado a cambiar su conducta y ahora se ceban debajo de un árbol, entre las inaccesibles ramas de la orilla o 15 minutos antes de anochecer. ¿Y qué hacen el resto del día, o en aquellos lugares en lo que no hay vegetación? os preguntaréis, pues bien, comen de la única forma posible para no ser descubiertas fácilmente, se alimentan de ninfas a medias aguas o en el fondo y es justo ahí donde deberemos buscarlas con nuestro aparejo de ninfa plomeada. En corrientes de mediana o incluso escasa profundidad (desde 30 cm a 1 metro) es donde conseguiremos algunas picadas descargando, de momento, las aguas paradas.

     En estos casos en los que no avistamos síntoma alguno de actividad en superficie suele, asimismo, dar resultado pescar con una mosca seca del tipo "conjunto" o atractora en las zonas que sean posturas claras, es decir, delante de una roca, detrás de ramas, en pasillos entre algas, etc. aunque, sin duda, serán las orillas con vegetación y corriente moderadas donde conseguiremos provocar la subida de alguna trucha que se encuentre cazando ninfas a medias aguas.

     Ocurre muy a menudo que, mientras pescamos con este tipo de moscas secas inespecíficas, la trucha sube, pero no se clava, es decir, rechaza la mosca. No importa porque lo de verdad interesante es que hemos localizado nuestro pez y, a partir de ese momento, habremos de cambiar el artificial por algo que de verdad le convenza. Para estos caso suelo utilizar una emergente de efémera montada con poly de color muy claro, salmón tenue u oliva claro y hackle de cul de canard gris claro. No suelen clavarse y rechazan mucho pero a mi me sirven a la perfección como "localizador de truchas" y, a partir de ahí, comienzo la búsqueda de la imitación que pueda ser aceptada.

 

AHORA SI SE CEBAN PERO…

     Otro caso muy frecuente, pero diametralmente opuesto, sucede cuando los peces presentan una actividad moderada e incluso alta en plena superficie, pero no toman de ninguna forma nuestra perfecta imitación de efémera o tricóptero por poner un ejemplo. En estas situaciones, el cambiar a modelos de distinto color y tamaño puede ser la clave, o colocar una diminuta imitación de díptero montada en un anzuelillo del número 22 al 26. Como modelos básicos, yo recomendaría probar con un díptero de cuerpo negro y alas en "V" de poly o CDC blanco o también, con ese famoso "chochín" inventado por Luís Antunez y que tan buenos ratos nos ha hecho pasar a muchos pescadores. Esta imitación se monta en un anzuelo del N° 20-24, con un cuerpo hecho con una tirilla de plástico verde transparente de "swannundaze" N° 79 montado sobre tinsel dorado y un hackle gris montado en palmer. No necesita mas.

     Si con ninguna de estas dos "mosquinas" conseguimos hacerlas subir la cosa se complica, pero aún nos queda algún as en la manga, todavía no hay que preocuparse.

     Pueden ocurrir, entre otras, dos cosas, o están tomando emergentes de efémeras muy pequeñas, o hacen lo propio con emergentes de quironómidos, que son esas moscas cuya imitación conoceréis por las característica bolita de poli-expan sujeta con un pedacito de media o nilón a la cabeza, es decir, junto al ojal y que, por ello, tienen la particularidad de derivar sobre la película del agua con todo el anzuelo sumergido, en posición vertical, flotando tan sólo la bolita de poli-expan. Desde luego, "ellas" pueden estar comiendo cualquier otra cosa no descrita aquí pero, con los modelos mencionados, seguro que obtendremos alguna respuesta que nos oriente sobre su preferencia. Este es el reto.

 

BUSCANDO PISTAS.

     En bastantes ocasiones , observar dentro del entorno del río, en aquellos lugares que no son propiamente el agua, puede proporcionarnos unas importantes y coherentes pistas sobre lo que las truchas están comiendo, o comerán, a lo largo de la jornada. Por ejemplo, podemos buscar telas de araña en los arbustos de la orilla o en las estructuras de puentes y canales. Es una buena idea ya que, con frecuencia, encontraremos en ellas insectos alados, atrapados entre las sedas de esos pequeños y eficaces cazadores, conociendo de inmediato las moscas que han eclosionado en las horas previas a ese momento.

     Asimismo, si observamos con detenimiento, y de cerca, la vegetación circundante, encontraremos pegados a sus hojas y ramas insectos adultos que, o bien acaban de eclosionar y se están secando, o bien se trata de insectos que están mudando de subimago a imago en un sitio seguro.

     Otras muchas veces observaremos cómo los pájaros del lugar (principalmente aviones, golondrinas y vencejos) se ciñen en acrobáticos vuelos rasantes a tan sólo unos centímetros de la superficie del agua. Hay veces que beben agua, si, es cierto, pero la mayoría de las ocasiones lo que hacen es darse un festín sobre los nacientes subimagos de efémeras, tricópteros y plecópteros. Estos pájaros junto con las propias truchas, son los primeros en percatarse de que una eclosión ha comenzado. Es el momento de parar de pescar y fijarse en aquello que vuela y flota sobre el agua.

     Sirve también de gran ayuda al pescador de mosca perder unos minutos antes de comenzar (más aún si no conocemos el río de antemano) volteando piedras del fondo e intentando reconocer las ninfas que torpemente se mueven sobre la piedra mojada, o también donde existan algueros podemos extraer un manojo para así observar qué especies de larvas se encuentran en esas aguas. Todo esto no será nada determinante, desde luego, pero nos proporcionará una información que nos puede orientar sobre las imitaciones a ofrecer.

 

UNA VISTA DEMASIADO AGUDA.

     Quisiera tocar otro aspecto que no ha quedado reflejado al hablar de rechazos sistemáticos en momentos de actividad. Ocurre que, casi siempre, achacamos el desprecio de las truchas a aspectos relacionados con la mosca artificial, con nuestra imitación, y eso no siempre es cierto, como veremos ahora. Puede que falle la presentación de la mosca, o que se produzca una deriva incorrecta, pero suele ser infinitamente más frecuente, y sobre todo en ríos o zonas de altísima presión de pesca (también a final de temporada con aguas bajas y claras) que el problema de rechazo resida en nuestro terminal de nylon. ¡Por supuesto!, las truchas descubren el hilo cuando se encuentran a tan solo unos centímetros de atrapar la mosca artificial y rehusan tomarla. El problema reside en los tipos de hilos, la refracción del agua y del mencionado nylon, la visión de la trucha y un sinfín de cuestiones más, por lo que la primera medida es probar, bajando el calibre del terminal quizás hasta un minúsculo 0,10mm. Y con una resistencia de apenas 1 o 1 ½ kg., suficiente como para comenzar a clavar esos ejemplares que minutos antes nos despreciaban. No dejes de probarlo.

     Para concluir, quiero decir que, al margen de las cualidades que cada uno pueda tener para convertirse en un completo y eficaz pescador de mosca, y al margen también de todo lo que aprendamos en libros, revistas, etc., o los buenos consejos de un compañero amable, no será si no nuestra propia experiencia la que nos ponga en el camino de aprender correctamente este arte, puesto que…, si ahora mismo pensáramos en alguna figura conocida y reconocida de la pesca a mosca (ya sea dentro o fuera de nuestro país) ¿qué es lo más probable?, ¿es un gran pescador por alguna circunstancia sobrenatural o simplemente porque prácticamente no sale del río?. No os dejéis desanimar por el fracaso ¡nunca!.