La función social de las Asosiaciones de Pescadores

Por Ideler Tonelli

(Presidente APPM)

     Es muy probable que algunas personas sigan desarrollando conductas lesivas del medio ambiente, o sin respetar las reglas de higiene pública, porque nadie les ha hecho ver y comprender la conveniencia de asumir un comportamiento respetuoso y solidario. Para ilustrar este modo de ver las cosas, referiré una pequeña anécdota personal. Mientras caminaba por la calle Carlos Pellegrini de la ciudad de Buenos Aires, al llegar a la esquina de Paraguay, un adolescente desenvolvió un helado y el papel multicolor fue a parar al piso. Mi impulso fue más rápido que la reflexión y le dije: «querido, ¿por qué no tirás ese papel en el basurero que está cerca de vos?» Con la misma velocidad del impulso me preparé para escuchar: «y a vos que m... te importa, viejo de m...» Sin embargo, no fue así. El joven me miró con una ostensible serenidad y me dijo: «sabe que tiene razón señor». Sentí emoción y alegría. Le di una cordial palmada en la espalda. Él recogió el papel y lo depositó en el basurero. Le agradecí, nos saludamos y no nos volvimos a ver. Pero creo que los dos nos fuimos satisfechos, porque fuimos actores y beneficiarios de un acto educativo. Yo, a puro impulso, eduqué. Él, con una enorme buena voluntad, aprendió. Y recíprocamente, los dos nos enriquecimos.

     Ese episodio, desarrollado técnicamente y con un propósito sistemático, es la educación. Es la función más eminente para elevar y mejorar la condición humana, de quien educa y de quien aprende. Y no debe creerse que el ejercicio de esa función solamente pueda cumplirse en el ámbito de la escuela o de otros órganos educativos. Como vimos, hasta un viejo obcecado e impulsivo puede desencadenar un acto educativo en una esquina cualquiera de una gran ciudad. Todos podemos y debemos educar y aprender. Siempre. Mientras vivimos. Hasta con el ejemplo, que es la mejor manera de educar.

     La exigencia educativa es mucho mayor si se es titular de una autoridad pública o si se ejerce una representación política; cosa que, lamentablemente, muchos olvidan.

     Esa eminente función la cumplen, asimismo, las entidades que, para limitarnos al ámbito en el que nos desenvolvemos, constituyen los pescadores deportivos. La cumplen hacia sus propios componentes, hacia la comunidad en la que están insertadas y hacia los que tienen que ver con las decisiones públicas o privadas que se refieren a la actividad pesquera o a los medios en los que ella se lleva a cabo. Hay que tener presente que quienes incorporan voluntariamente las enseñanzas que se difunden en estas asociaciones, entre amigos y compañeros de nuestra inclinación deportiva, las asumen con una fuerte convicción y se convierten en cruzados predicadores de las reglas y principios que incorporan a sus hábitos. La cantidad de jóvenes que se incorporan a nuestra asociación genera, además de la vitalidad y del entusiasmo que le es inherente, un razonable optimismo por la fuerte convicción con que esos jóvenes, seguramente, difundirán en los lugares en los que ellos actúan las reglas y principios que nos distinguen a los pescadores con mosca.

     La función social de las asociaciones de pescadores con mosca —entre ellas la educativa— se puso de manifiesto en la declaración que emitieron los representantes de cinco entidades en el marco del IV Congreso de Pesca Deportiva y Manejo de Salmónidos que anualmente organiza la Fundación Challhuaco y que ya la publicaron los amigos de la Asociación de Pesca con Mosca del Neuquén, en el número 5 de la excelente revista «Acción de Punta» que ellos editan, a la que nos remitimos.

     Por lo dicho y por mucho más, instamos a los pescadores con mosca a que, donde haya un número suficiente para integrar una comisión directiva, constituyan una asociación. Y a quienes deben adoptar decisiones sobre temas relativos a la pesca deportiva, los instamos a que no se pierdan el desinteresado aporte de nuestras asociaciones.