Reflexiones perdidas sobre la pesca con mosca

Por Juan José Fernández.

     Para poder determinar cuál es la esencia de una actividad, una idea o una posición ante cualquier circunstancia de la vida, suele haber varias vertientes de opiniones. Podemos tener una opinión formada a partir de un análisis preliminar de cualquier situación y tendremos una conclusión que estará avalada por un conocimiento cabal y concreto de la cosa. No habrá ningún tipo de duda. Otra situación nos puede poner ante disyuntivas y deberemos esmerarnos en el análisis, ser cautos y tomarnos el tiempo que la prudencia aconseje para definirnos sobre el tema. Otra posibilidad puede darse en la cual, inexorablemente, debemos pedir ayuda a los demás en forma de consejo, sugerencia, información precisa o cualquier otra forma de colaboración. Che viejo, tengo este problema, me pasa esto, me podés dar una mano? cómo lo resuelvo?. Sobre esta última situación me gustaría que cada uno haga una pequeña revisión para ver cuantas veces pedimos ayuda cuando la necesitamos, en el convencimiento de tener soluciones propias que, en muchos casos no dan resultados, especialmente en los inicios de cualquier actividad.

     En lo referente a la pesca, particularmente cuando de pescar con mosca se trata, dado que tiene mayor abanico de alternativas y sutilezas que otras modalidades, estoy viendo hace unos pocos años una curiosa génesis de pescadores autodidactas que milagrosamente han nacido (por generación espontánea) sabiéndolo todo. En algunas oportunidades he comprobado que noveles pescadores que hace uno o dos años que practican esta delicia de pesca, relatan capturas, situaciones o anécdotas que, haciendo un sencillo cálculo mental, naufragan en la simple aritmética de la imposibilidad. Yo me pregunto, si hace poco tiempo que pescan, cuántos días por temporada lo han hecho, cuántas horas y bajo qué condiciones (cuántas veces el viento nos hizo abortar una excursión?) para poder hablar de Chimehuín, Malleo, Correntoso y otros ámbitos con una familiaridad propia de los nacidos y criados en cada lugar. Del cálculo mencionado digo, quince días por temporada, jornadas de ocho horas, soy generoso y le resto el treinta por ciento de tiempo por viento, lluvia u otras circunstancias, quedan poco más de ochenta horas para poder experimentar, poner en práctica, analizar y sacar las conclusiones que posteriormente se volcarán con solvencia catedrática. Pensemos, se puede aprender tanto en tan poco tiempo? Yo creo (estoy convencido) que no. Tengo el defecto de la curiosidad y el convencimiento que debo escuchar, en el caso de la pesca con mosca, a quienes la practican por lo menos cien días al año. Es mucho, y son muy pocos quienes lo pueden hacer, exceptuando a quienes viven de esto. He encontrado en alguno de estos afortunados personajes, un caudal de conocimiento y una generosidad para volcarlo que me llamó la atención. Están desprovistos de vanidad y arrogancia y cuentan de capturas que a mí me desvelarían varias noches con espontánea naturalidad, sin falsa modestia. Han estado en el mismo lugar del río con agua alta, con agua baja, con calor, frío, viento y en las distintas etapas de los ciclos biológicos de cada especie. Han podido testear variedad de cañas, líderes, líneas durante días y días y han desarrollado un "feeling" especial en el manejo de cada una de éstas alternativas. Honestamente les profeso una sana envidia y no me caben dudas que cuando hablan, saben de qué hablan.

     Dónde quiero llegar? Pues bien, creo que en este tema de la pesca con mosca, nunca, pero nunca, se puede saber todo, ni cerca. Existen, como lo mencioné antes, quienes saben más que otros, pero por las razones antes anunciadas, muchas horas con el agua en las rodillas. Esto no se aprende en ningún laboratorio, es únicamente empírico. Podemos leer cien libros sobre Roma, ver cien videos, vestirnos y comer como los romanos, etc., pero, si nunca estuvimos en Roma, estamos jodidos, y si hablamos lo hacemos "de oído".

     En lo nuestro está pasando un poco lo mismo y considero que sin llegar a ser un problema, ni mucho menos, puede producir cierto escepticismo en quienes escuchan, sin estar en esta actividad, tanta abundancia de información repentina.

     Mi modesta y muy personal opinión es, escuchar más y no tener ninguna vergüenza en preguntar. Yo lo hago, y hace veintiún años que ando "sacudiendo cañas". La mitad de lo poco que sé lo aprendí mojándome y la otra mitad de quienes comprobé que saben. Por otra parte, he sacado una conclusión que me simplificó muchas cosas en mi permanente aprendizaje: no tiene sentido tratar de pescar a imagen y semejanza de otros, no se puede. Lo intenté y no me sirvió. Cada uno es como es y transmite su forma de ser en cada lance, podemos ser calmos o ansiosos, podemos imprimir mas o menos potencia a la caña, lo mismo sucede con la velocidad del cast o usar líneas de mayor densidad para obtener mayor distancia, pero son condiciones particulares de cada uno y difícilmente transmisibles.

     Creo que todos coincidiremos en esto: hay alguna alquimia en la cual uno es un ingrediente importante que hace que determinada caña con determinada línea en manos de un pescador logren una armonía única, que no se repetirá en otras combinaciones de los elementos. Esta fórmula es la nuestra, de cada uno, ahí deberíamos quedarnos más tiempo porque lo disfrutaremos más. Lanzar sin esfuerzo, con naturalidad y en nuestra propia frecuencia. En mi caso particular se dio con una línea que gané en un sorteo hace varios años. Fue una casualidad y dudo que se repita.

     Presumo que todos hemos "sentido" esa comunión entre uno, su caña y una línea, es como si estuvieran hechos unos para otros. Esa es, a mi juicio, una meta que una vez lograda hay que conservar en estado original, sin dejar de lado otros factores como distancia, velocidad, presentación, etc.

     Tratemos que lo óptimo no conspire contra lo mejor posible. A mi me resultó.