La Patagonia no es "Fashion"
Por Juan José Fernández.
Los bosques vecinos a lagos, ríos y arroyos son una fuente inagotable y un componente vital en la alimentación de las truchas. Insectos, gusanos, larvas y hasta pequeños pichones de aves, que el viento se encarga de dispersar, forman parte de la dieta natural de los peces. Los efectos de un incendio nos afectan negativa y directamente a los pescadores. Afectan también a toda la humanidad aunque no pesque.
Cuando se queman miles, si, miles de hectáreas de bosques nativos y praderas, el perjuicio excede largamente este vínculo eterno e indisoluble entre fauna y flora. Las truchas tendrán menos comida y la vegetación tardará años, y en algunos casos varias décadas en recuperarse. No importa, la Tierra aguanta. ¿aguanta?. La diaria realidad nos aporta pruebas palmarias indicando que el aguante ya se acaba y en algunos casos ya se acabó. Terremotos, sequías, inundaciones, pestes y hambruna. Es larga y cruel la lista de calamidades.
Obviamente todas estas catástrofes no son evitables aunque si, previsibles. En el caso particular de los incendios forestales por su recurrencia calendaria verano tras verano SON MUY PREVISIBLES. Gracias a modernas técnicas de observación y seguimiento satelital se obtienen, computadoras mediante, pronósticos precisos sobre la conducta e intensidad de fenómenos devastadores que con un criterioso plan de prevención pueden disminuir sus nocivos efectos. Esto no lo descubrí yo, lo podemos ver hace tiempo por TV. Los tornados en el centro-oeste de EEUU, inundaciones en el sur de la India, grandes temporales de frío y nieve en Europa Central etc. A nosotros nos toca con puntualidad, entre enero y febrero de cada año, lamentarnos por la desaparición de millones de ejemplares de irrecuperables especies.
Existe, lamentablemente, una sola especie que se mantiene estoica e impávida ante el avance de las llamas porque se sabe invulnerable y descuenta que saldrá airosa del trance por bravo que este sea: El Funcionario.
Estos especímenes han desarrollado una serie de habilidades que les permiten subsistir mientras sus congéneres perecen abrasados. Eluden las responsabilidades que les caben con prodigiosas gambetas, se cubren con tupidos follajes y duras cortezas de protección política. Se agrupan en organismos para obtener interdefensas y luchan espalda con espalda contra cualquier enemigo que pretenda removerlos de sus confortables hábitats (despachos). Mientras arden nuestras praderas ellos se mantienen fieles a su costumbre de pasarse los problemas ambientales por el mismo sitio que el Coloso de Rodas solía pasarse los navíos.
Muy distinto sería si estos desastres se produjeran cerca de sus intereses. Como ya es hábito en nuestro país, si La Recoleta, San Isidro y Punta del Este están bien; la Argentina está bien. Que pasaría si un voraz incendio atacara los bosques de Pinamar o Cariló?. Seguramente lo extinguirían en tiempo récord y hasta lo combatirían con agua mineral.
¡Que lejos están de Buenos Aires, no en kilómetros sino en responsabilidades, parajes como La Rinconada, Chacayal, Atreuco, Villa Llanquín y otros que, llenos de vida pero vacíos de urnas, siguen siendo víctimas de la insensibilidad o del criminal desinterés que han puesto de manifiesto las máximas autoridades cuya única misión es defender el medio y los recursos que con generosidad e ingenuidad la naturaleza puso en nuestras manos!. LAS MANOS DE TODOS.
Ojalá que en algún momento, entre el humo siniestro que inmola el bosque, se filtre un rayo de luz que los ilumine y pongan sus vergüenzas a trabajar para evitar que los abundantes presupuestos que manejan se hagan humo antes de la primer llama.
No nos quedemos únicamente en el perjuicio a las truchas y a nuestro presente. Vayamos más allá, hacia el futuro de todos. De lo contrario viviremos de recuerdos y suspiros de resignación.
Esto, en realidad, deberían firmarlo: Maitén, Mara, Choique, Salmo Trutta, Coihue, Zorro, Lenga, Fontinalis, Ñire, Cauquén, Perca, Araucaria, Pudu Pudu, Arrayán, Arco Iris, Huemul, y muchas firmas más.